UN INSTANTE MÁGICO
Era un aventura ...
Era una exquisita locura ...
Lo decidimos tan solo 2 días antes: aprovechar Semana Santa e irnos al Valle de Elqui ...
Ella ya había estado allí ... yo no conocía.
El trayecto fue mágico, entre sutiles conversaciones, música y esa atmósfera tierna que se genera cuando ambos estamos en armonía.
Caminamos hasta Las Tolas ...
Nos sentamos a la orilla del río, en un lugar donde el verde pasto invitaba a meditar.
Hablamos de dimensiones infinitas, de Maestros, de planos invisibles, de ciudades etéricas
De vez en cuando besábamos el río para beber de su agua.
No había ni siquiera la necesidad de tocarnos,
de acariciarnos ...
porque TODO nos acariciaba ...
TODO nos tocaba ...
Recuerdo que me tendí ... me acomodé ... coloqué mis manos sobre mi ombligo. Ella sentada justo detrás de mi
cabeza colocó sus manos sobre mis sienes.
Sentía mis manos y sentía sus manos ... nada más.
No recuerdo más.
No sé cuanto tiempo pasó ...
Cuando volví a conciencia externa y abrí los ojos
... ella estaba a algunos metros más allá ... danzando ....
Me pareció ver un ángel que flotaba. Su cara tenía una dulce expresión y un halo rosado-blanco la envolvía. Danzaba
profundamente. Sus movimientos seguían una música invisible, pero latente en todo el espacio.
Sin hacer ruido, me senté a contemplarla.
De repente se me apretó el corazón y muy despacito comenzó a fluir de mí una melodía. Ella se fue haciendo más
segura y más fuerte ... y sin darme cuenta me encontré cantando unos versos nunca antes leídos.
Ella me miró y me envió un beso que formaba parte de su danza.
Tampoco sé cuanto tiempo duró ese cuadro ...
Había perdido la noción de todo ...
pero estaba despierto y consciente.
Me paré y comenzé a acercarme a ella, siempre cantando. Cuando llegué a su lado la tomé en mis brazos ... su
contacto me hizo cerrar los ojos y escuché en mi interior la música de un vals. Parece que a ella le ocurrió algo similar
porque sin decirnos nada comenzamos a bailar.
Sus ojos en los míos. Y los míos en los de ella.
Me dio la impresión que muchas veces habíamos bailado juntos ... Me resultó familiar.
El lugar se transformó en un salón donde la música brotaba por todos lados.
El río era un piano ...
La brisa, un violín.
En lo alto un águila nos acompañaba ... La música se fue desvaneciendo, hasta perderse en el infinito.
Nuestros cuerpos detuvieron sus movimientos. Pero una palabra siguió flotando ... una energía siguió danzando.
Nuestras miradas la tradujeron: AMOR.
Cerramos los ojos y nos fundimos en un abrazo cósmico.
Algo había ocurrido en nuestras vidas ...
Ya no éramos los mismos que habíamos iniciado la aventura ...
Aibandú Alejandra Guerra
www.aibandu.cl http://aibandu.worspress.com aibandu@yahoo.com
Un profundo agradecimiento a Juan Carlos Navarro, Alicia Mom, Eugenio Prestisimone y Gloria Aliberti de Salta, Ricardo Ocampo, Eve y Paula Barraza de México, Aibandú de Chile, Patricia Lucero de La Rioja que colaboraron amorosa y generosamente en esta segunda edición. ¡Muchas gracias!
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